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Cómo Internet de las Cosas cambiará el modo de consumir

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En el futuro, no solo las personas se conectarán a Internet: también lo harán los objetos. La nevera, el coche o hasta el collar del perro estarán intercomunicados para hacernos la vida más sencilla. En la cocina, avisarán de que faltan pocos yogures; el depósito de gasolina enviará señales para detectar la estación de servicio más próxima; y el collar de nuestra mascota gestionará una visita al veterinario.

 

De estas interconexiones con los objetos se encarga el llamado Internet de las Cosas (IoT, Internet of Things), que en las últimas décadas ha incorporado novedades no solo en el ámbito doméstico sino también en la gestión de las ciudades (en las smart cities, los semáforos, el alcantarillado o el alumbrado ya funcionan de forma inteligente). En los próximos años el crecimiento parece despuntar: se prevé un crecimiento del sector de en torno al 25% anual, según la consultora Reports & Reports.

 

El botón inteligente de Amazon

 

En la práctica, este crecimiento significa la instalación de 26 billones de dispositivos digitales (son cálculos de la Gartner), pero, sobre todo, una nueva oportunidad para las empresas, que encontrarán nuevas maneras de llegar a sus clientes. Probablemente el ejemplo más sonado de los últimos meses es el protagonizado por Amazon. La empresa estadounidense ha llegado a un acuerdo con varios fabricantes, y en breve, varios electrodomésticos incorporarán un botón que el consumidor podrá pulsar cuando falte producto. Este botón inteligente enviará una orden de compra a Amazon, que poco después enviará el suministro a casa.

 

Por eso el marketing empresarial cambiará radicalmente en este nicho: el mensaje para el usuario deberá ser más directo y funcionará muchas veces simplemente como un recordatorio de la compra. La gran ventaja del Internet de las Cosas es que las marcas podrán llegar a más gente y podrán focalizarse mucho mejor en su target específico.

 

Medir de cerca los hábitos

 

Los objetos estarán dotados de tecnologías capaces de medir todo lo imaginable (temperatura, presión, inclinación, etc.), luego contactarán a través de Internet con un servidor externo para enviar los datos recopilados, y finalmente podrán ser intervenidos para recibir instrucciones externas.

 

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Este tratamiento constante de la información permitirá a las empresas conocer mejor que nunca a sus consumidores: sus hábitos y sus intereses. Las bombillas marcarán el consumo de electricidad o el jardín, a través de sus sensores, avisará de la frecuencia en el uso de fertilizantes. De hecho, la industria ya comercializa productos que demuestran que el Internet de las Cosas es una realidad en la actualidad: una cafetera que puede programarse automáticamente, persianas que se abren y se cierran a través de una conexión por wifi, sensores infrarrojos para el papel higiénico, vestidos cuyos estampados puedes cambiar con una app, un horno para cocinar a distancia, una camiseta que informa sobre los detalles de tu último entrenamiento y hasta una cama para monitorizar los comportamientos durante el sueño. La lista es larga.

 

Según parece, el IoT hará que muy pronto interactuemos de forma distinta con los objetos (y ellos mismos entre ellos). Las tecnologías para hacerlo posible deberán superar dos retos: por un lado, el gran gasto de energía que supone el envío y procesamiento continuo de información y, por el otro, la capacidad de las redes de telefonía, insuficientes en el caso del 4G. Salvadas estas barreras, una nueva manera de entender el día a día nos espera, como consumidores o como empresas, y un nuevo panorama lleno de perspectivas.

 

En el futuro, todos cambiaremos nuestros hábitos de compra y daremos la bienvenida a unos nuevos consumidores: los objetos.